miércoles, 6 de agosto de 2008
XI MOBIDA DELA ETA (ZE MOBIDA!)
Era el año 83 y Madrid vendía “movida”. ¡Mira que se han dicho bobadas sobre la
dichosa “movida”! Hace bien poco afirmaba Fabio McNamara, el que cantaba
“Satanasa” con Almodóvar: “El nombre movida se queda muy corto, aquello fue un
nuevo renacimiento”. Algunos de los “exiliados”, los que llegaron de la periferia y
fueron bautizados en el “Rock Ola” para la nueva religión, siguen defendiendo que
los pujantes nacionalismos estrangulaban su libertad y en Madrid encontraron la
tierra de promisión. Si hemos de creernos la versión mas difundida, siempre por
sus protagonistas o por amiguetes de la prensa, la España franquista giró hacia la
democracia y Madrid se hizo crisol de culturas y movimientos de vanguardia
mientras los demás caíamos en manos de mentalidades estrechas que imponían
cierto “pacatismo” provinciano. Es el colmo, tantos años de unificación cultural
nacionalista española –con RTVE a la cabeza– para después tener que soportar la
arrogancia de que también los nuevos aires de libertad les pertenecían.
Lo que entonces les pertenecía, y de qué forma, era precisamente la televisión,
que contaba con dos cadenas de tutela estatal y llegaba hasta el último rincón, sin
competencia posible con los precarios y ultra-controlados medios locales.
Programas como “La Edad de Oro” o “Caja de Ritmos” difundieron la nueva doctrina
“movideña” con un evidente desprecio a quienes no habían sentado sus artísticos
reales en la capital de las Españas. En el primero de los programas el mamoneo era del todo evidente, en el segundo resultaba más sutil. No había color entre
los videos grabados en sus viajes relámpago a “provincias” con el mimo y dedicación
puestos al servicio de los “forenses”. En su día hice un artículo con estos argumentos para la revista vasca “Muskaria” y Carlos Tena que dirigía el programa de
radio “Caja de Ritmos” me denominó, desde Radio 3, el “Garaikoetxea” de la música
vasca. Su desgracia fue que al final, gracias al rotativo derechoso madrileño
“Abc” y su cruzada contra los sociatas, (recién desembarcados en el poder) Las
Vulpess, con un clip realizado contra-reloj, fueron las que más tajada sacaron de
su programa, al menos en popularidad. Eso tampoco significó, ni mucho menos,
que las bandas madrileñas fueran igualmente promocionadas. La “movida” ninguneó
el potente rock que se hacía en los barrios de la capital y que contaba con
legiones de seguidores, para primar un cierto pijerío “chic”. A los santones de la
dichosa movida les resultaba “out” la denuncia social pero no tanto los coqueteos
fascistillas de varios de sus componentes, que siempre fueron vistos con cierta ternura cuando no con simpatía (me refiero a los primeros Gabinete Caligari, al
“zurdo” que militaba en la falange, al mismo Iñaki “Glutamato” que gustaba lucir
“look” a lo Hitler...).
No, no negaré que hubo cosas interesantes y también es cierto que tras los áridos
y politizados años setenta existía ya cierto aburrimiento de la estética cartuja
de los cantautores. Almodóvar dijo en cierta ocasión que su mayor venganza contra
Franco era ignorarle absolutamente y no le faltaba razón. Al calor de aquellas
brasas se produjeron fenómenos de calidad, el primero, sin duda el propio
Almodóvar, pero la trascendencia de todo aquello se ha hinchado hasta el absurdo.
Aún recuerdo aquel programa “especial movida” que se montaron en TVE en el 85.
Preguntaban a jóvenes, en una discoteca parisina, qué conocían de la movida
madrileña, respuesta:
–“Kortatu, La Polla, y esas chicas, ¿cómo se llaman...?”
–“¿Alaska?”
–“No... esto... Las Vulpess”
Casi me caigo de espaldas. Y es que por muy originales que se autoproclamaran,
Alaska nunca fue Siouxie, ni La Mode fueron Roxy Music, y no lo digo sólo
movido por el resentimiento –que igual también– sino porque la crítica habitual
hacia la música que se hacía en Euskadi desde medios como “La Luna” de Madrid
siempre incidía en nuestra falta de originalidad –no te jode–. No, musicalmente
hablando la movida no fue tan creativa como se pretende, el rock catalá que le precedió y no digamos el andaluz de línea Triana, Pata Negra, etc., aportaron bastantes más novedades y son más difíciles de comparar. Dicho esto, que por supuesto
es muy discutible –y nada mas coñazo que las discusiones sobre música–, también
es justo reconocer que Radio Futura, Derribos Arias, Loquillo y los
Trogloditas, La Mode y los Gabinete Caligari, por citar algunos, hicieron
canciones inolvidables y marcaron una época.
Si saco al plato la manida “movida” es por una sola razón: el monocultivo al que
nos sometieron los medios más poderosos influyó lo suyo en el surgimiento de
una “mobida” alternativa en Euskal Herria. Quienes andábamos en esto en aquellos
agitados días no podíamos aceptar el mensaje que subyacía en todo aquel circo
que nos querían vender. Era como decir: “Vale chicos, Franco murió, la transición
ha sido un éxito y ya tenemos hasta socialdemócratas en el poder. Ha llegado el
momento de celebrarlo. Olvidemos los panfletos y pongámonos guapos, ¡viva la
intrascendencia!”. También en Euskal Herria había ganas de superar a los cantautores,
que ya habían entrado en una fase conceptual bastante indigesta, pero las
heridas estaban demasiado abiertas como para lanzarse alegremente en brazos de
la frivolidad. Hay que recordar que aquel era el año del “plan ZEN” (“Plan Zona
Especial Norte”) con el que Barrionuevo, entonces ministro del interior español,
comenzó a labrarse su triste popularidad y el del comienzo de la actividad de los
GAL, continuadores de otras experiencias previas de terrorismo de Estado. “No
importa que el gato sea blanco o negro –decía en aquellos días el presidente del
Gobierno español Felipe González– lo que importa es que cace ratones” en clara
alusión a los escuadrones de la muerte.
Sin haberlo concretado previamente, sin siquiera conocernos, había varias bandas
trabajando en las sombras con mucho en común. Adscritos a diversos estilos
(hard-rock, punk, ska, hard-core, reggae...) con el euskara, castellano o ambos
mezclados como idioma, lo cierto es que todos estábamos por la labor de agitar en
nuestras cocteleras decibelios y denuncia social. Lo del “Rock Radikal Vasco” fue
quizás una de las primeras manifestaciones de lo que Bernardo Atxaga gusta en
llamar “Euskal Hiria” (“Ciudad Vasca”). Supongo que en el siglo XIX ser de
Agurain, por ejemplo, suponía llevar un modelo de vida 100% rural. En el 83 un
joven de Agurain se iba de marcha a Gasteiz, de concierto a Donosti y podía estar
plenamente informado de las últimas tendencias a través de la prensa, radio y televisión.
Hoy en día se puede ser moderno y cosmopolita en un pueblo y muy paleto
en una ciudad, es una de las pocas cosas que me van quedando claras.
Observando ahora en la distancia, compruebas que los protagonistas de aquel
estallido teníamos mucho en común. Vivimos una época convulsa en la adolescencia.
Yo tenía 13 años cuando mataron al almirante Luis Carrero Blanco, 15 cuando
murió el dictador Francisco Franco y 21 cuando el frustrado golpe de Estado del
guardia civil Tejero y compañía. En ese periodo vimos legalizar la ikurriña, paralizar la construcción de toda una central nuclear, legalizar a todos los partidos políticos,poner en marcha estatutos de autonomía, todo con ríos de sangre por medio:policías destrozados cuando arrancaban el coche, grupos fascistas que disparaban a bocajarro sobre manifestaciones pacíficas, supuestos confidentes a los que volaban los sesos aquí y allá. Detenidos que salían de comisaría con los pies por delante tras varios días de torturas intensivas, muertos de un color u otro, muertos que pasaban por ahí, muertos uniformados... muchos, demasiados muertos calculados,sumariamente ejecutados. ¡Tantas veces nos hemos quemado las meninges
tratando de entender! Yo tuve la ocasión privilegiada de hablar con unos cuantos
refugiados en las múltiples actuaciones que hicimos por Iparralde y en todos los
casos me hablaban de circunstancias personales. Gente que había vivido en primera
persona la matanza de Vitoria o la de Montejurra, que se había emocionado
con el juicio de Burgos o las historias que había escuchado en casa sobre la guerra
civil (o dicho de otra forma: el triunfante levantamiento militar contra la legalidad
democrática en 1936). Curiosamente había muchas diferencias entre los motivos
de unos y otros para terminar en ETA y en contra de lo que se pueda pensar la sintonía política entre ellos no siempre era tan armónica como puede imaginarse.
En nuestra presentación por Iparralde un refugiado de Barakaldo se me acercó
al escenario y me pidió a gritos: ¡Tocar una de Eskorbuto, que se enteren estos
“vascos”! (tratándose de alguien fugado por su presunta militancia en ETA no cabe
mayor surrealismo). En otra actuación trabé animada conversación con un
muchacho de aspecto marginal. Administraba una botella de vino guarro como si
fuera un tesoro. Me confesó que era un huido de los Comandos Autónomos Anticapitalistas.
Tras un buen rato entrando en confianzas me atreví a preguntarle qué
coño le había llevado a meterse en un marrón semejante. El me miró a los ojos y me
devolvió la pregunta: ¿y tu? ¿cómo has podido vivir en esta mierda sin tratar de
reventarla? Quien sabe, a veces la vida te puede colocar en lugares insospechados.
Lo mismo que durante la mili llegué a ser un “preso peligroso” vigilado de cerca
por inflexibles “combatientes armados”, también, en mi época de militante en el
“Partido para la Revolución Vasca” podría haber acabado haciendo algún inocente
“recado”. E.I.A. vanguardia entonces de Euskadiko Ezkerra, mantenía cierta relación
orgánica con ETA (p.m.). No sería ni el primero ni –me temo– el último que
se pringa de la manera más inesperada.
Hubo un tiempo, no tan remoto, en el que la militancia armada era vista con
simpatía poco disimulada por toda la oposición al dictador Franco. El día que
mataron al santurtziarra Roke Javier Méndez (“Poeta”), en el remoto 1973, en una
emboscada de la guardia civil en la playa de Hondarribia, mi profesor de historia,
el conflictivo y expedientadísimo señor Menéndez, militante del entonces ilegal
PSOE, lloró de rabia ante todos nosotros, atónitos mancebos, ansiosos en aquellos
momentos de salir del aula y lanzarnos en tropel hacia el monte Serantes, levantados
en armas, henchidos de ansias vengadoras. Lo cierto es que día a día y durante
mucho tiempo se fue engordando una bola que ahora no es tan fácil de parar.
Siempre hay suficiente cantidad de voluntarios para que no se pueda atajar por la
vía policial y se mantenga vivo un fuego que, creo, sólo tiene dos posibles mangueras: el modelo “Franco”, es decir: golpe de Estado y anulación de todo derecho
civil por la vía represiva y el otro: reconocer el origen político y plantear un proceso de paz en el que todos cedan en parte de sus objetivos a favor del fin de la sangre y la desgracia que tanto daño está haciendo durante demasiado tiempo.
Me encantaría que cuando leas esto, ya sea historia y pertenezca un pasado
lamentable pero superado. No soy optimista. Buena parte de la opinión pública
española y la abrumadora mayoría de los opinadores profesionales, no quieren ver
otra cosa que no sean terroristas mordiendo el polvo. No son pocos los que desean
que todos los nacionalistas vascos e incluso los partidos a la izquierda del PSOE lo
hagan también. La “complicidad mediática” de la que habla el escritor Manuel
Vázquez Montalbán es imprescindible en periodos favorables a una solución definitiva
como fue la “tregua indefinida”de 1999. Pero hay mucho miedo a que eso
constituya una vía abierta a la secesión, porque el nacionalismo español, cargado
de orgullos históricos y misiones planetarias es muy fuerte y por desgracia, muy
poco dispuesto a reconocerse como tal. Al parecer España es algo tan natural y evidente como el aire y el agua, todo lo demás son inventos o zarandajas sabinianas.
La verdad es que mentiría si digo que todo lo anterior es algo que tengo meridianamente claro. Los días en los que la radio nos sorprende con uno de esos crueles baños de sangre, me siento tan remoto de lo ocurrido como un recién llegado
de Ghana. Al fin y al cabo, manifestaciones culturales tan arraigadas como los
encierros o la Sokamuturra, tampoco consigo entenderlos y siempre los contemplo
con la perplejidad de quien observa unas extrañas ceremonias rituales de Sri
Lanka. Pero lo malo de ser “famosín de la señorita Pepis” en un país como este, es
que te ves demasiado a menudo en la tesitura de opinar sobre “eso”. Habrá analistas
y expertos mucho más preparados, cuyas opiniones apenas trascienden, pero
basta que seas supuesto artista para que no falten luz y taquígrafos a tus patanes
balbuceos.
Cierto día, eso sí, decidí decir claramente lo que pienso en cada momento, prefiero
ser contradictorio e incluso incoherente a callarme como un conejo. Estaba
harto de escuchar unas afirmaciones “en petit comité” y otras bien distintas en las
entrevistas. Nosotros no dependíamos de la música para vivir, alguna ventaja teníamos
que tener. Esta política me ha conducido a algunos disgustos y a que dejaran
de saludarme algunos de los que me palmeaban la espalda, (incluso al abierto boicot
en alguna emisora de radio) pero al menos me he podido mirar al espejo sin
sentir arcadas.
Contra lo que alguna mente esquemática pueda pensar, en el ambiente del rock
vasco de los 80 había también muchas dudas, debates y tendencias y muy poca
ortodoxia. Lo mejor vino precisamente de la espontaneidad. Canciones como
“Plaza del Castillo”, de Los Motos, “Esperando en un Billar” de Barricada,
“Mierda de Ciudad” de Kortatu o nuestra “Itxoiten” hablaban de lo mismo, de la
sensación de estar perdiendo el tiempo miserablemente en un entorno amuermante
contra el que te rebelas.
Alguien cogió un cuaderno y se puso a emborronar estrofas mientras otro hacía
lo propio a unos cuantos kilómetros de distancia con parecida intención. Más
tarde llegarían las “homologaciones”. Primero la manida etiqueta, surgida en el
seno de la discográfica pamplonica Soinua y difundida por José Mari Blasco en
“Plaka Klik”, suplemento musical del “desaparecido por decisión del juez Garzón”
diario “Egin”. Meses más tarde la izquierda abertzale impulsó la campaña “Martxa
eta Borroka”, conciertos a bajo precio de grupos de amplia aceptación. De alguna
forma lograron capitalizar un movimiento que había surgido espontáneamente.
Aunque ahora parezca lo más normal del mundo, en su día supuso toda una ruptura
con los cánones estético musicales que prevalecían en su seno. En 1981, recordemos,
el mismo concepto de rock y su posible influencia imperialista era todavía
objeto de debate en las páginas del diario “Egin”. Sólo dos años después, desde este
mismo rotativo se bautizaba al movimiento de nuevas bandas (con un apelativo
contestado por todas) y se convocaba el “Egin Rock”, un macroconcierto en el que
habrían de tocar los grupos más votados de cada herrialde de “sudeuskadi”.
Barricada, Hertzainak, Zarama y R.I.P. fuimos los ganadores por nuestros
respectivos territorios. Según se publicó en su día, los resultados de Bizkaia fueron
los más apretados y en realidad ganamos a Itoiz y a Eskorbuto por un margen
mínimo.
Ahora que ya ha pasado suficiente tiempo, creo que ya es hora de reconocer
públicamente que tanto Eskorbuto como nosotros nos lanzamos en una desenfrenada
carrera por conseguir cupones de voto en todos los bares donde sabíamos
que compraban el periódico. También competimos arduamente en lo de pintar
grafittis con rotulador, pero en eso nos acabaron ganando por goleada. Josu, de
hecho se había entrenado a modo con nosotros. El caso de Itoiz es diferente. En el
momento de producirse la votación eran, sin duda ninguna, el combo más popular
de Euskadi y cualquier comparación resultaba simplemente absurda. La clave
– me temo – radicaba en otra cuestión: Itoiz repartían sus efectivos entre Mutriku
y Ondarroa. En buena parte de Bizkaia siempre les tuvimos por medio gipuzkoanos
y sospecho que en Gipuzkoa pasaba al revés. No sé que razón llevó a los organizadores
a presentar el evento en Vitoria-Gasteiz (capital artificial de un país singular,
en certera definición potática), pero por alguna causa que se me escapa, la
capital alavesa, sin desmerecer a ninguna otra, jugó un papel determinante en
todo esto. De Vitoria surgió “Ala-Bedi Irratia” y el fancine “Araba Saudí”, evidentes
precursores, con casi una década de antelación, de este embrollo. De Vitoria-
Gasteiz surgieron los Hertzainak, los Zika, Potato, Korroskada y Nahiko,
por no hablar de Danba y La Polla que brotan en los alrededores y de herencias
como Quemando Ruedas, Soziedad Alkoholika o Betagarri. De Vitoria
surgió también uno de los Gaztetxes más estables y dinámicos de Euskadi y en
Vitoria se estableció el TMEO, la revista de cómics más bestia del mundo con nombres
tan “internacionales” como Alvarez Rabo, Simónides, Mauro Entrialgo, Orue,
Mikel Valverde o Ata... En la olla vitoriana, especialmente incandescente entre las
calles de la “Zapa” y la “Kutxi” se han cocido también los diversos proyectos teatrales de Karra Elejalde, las bandas sonoras de Bingen Mendizabal, el grupo
Sobradun, las tumultuosas (y perseguidas) procesiones ateas y buena parte de la
carrera de Ruper Ordorika, que vivió allí muchos años. La cantera cinematográfica
es también sorprendente: Juanma Bajo Ulloa, Tinieblas González... Tratándose
de una ciudad relativamente pequeña, habrá que pensar que la dieta de patatas o
los dulces de Goya (evitemos rimas fáciles) tienen algo que ver.
El festival que inspiró lo del “Rock Radical Vasco” fue otro, organizado en
Tudela unos meses antes contra el polígono de tiro de Las Bardenas Reales. No
hace falta aclarar que también llegamos muy tarde, tanto que cuando conseguimos
llegar, ya habían empezado. Estaban tocando los Eskorbuto y desde la lejanía
pudimos observar como unos cuantos lugareños entrados en años se doblaban
de la risa escuchando ese tema en el que repetía hasta la saciedad lo de “Mierda,
mierda, mierda”. Los Barricada, todavía con su primer batería, Mikel Astrain,
destrozaron varios televisores y los de La Polla Records quemaron una cruz
para ilustrar su “Salve”. En aquella dulce etapa todo eran sonrisas y mutuos reconocimientos entre nosotros. Los hermanos Goñi y José Mari Blasco, impulsores del
sello Soinua y de la parte navarra del “Plaka Klik” supieron aglutinar, antes que
nadie, a la mayor parte de las bandas. Metido en labores de manager, José Mari
trató de crear una escudería de grupos afines y durante algún tiempo llegó a mover
varios nombres punteros. Bizkaia le quedaba muy lejos y tras algunas dudas optó
por proponer a Eskorbuto un lugar entre los elegidos. Mi parte perversa y vengativa
se alegró. Sospecho que será una de las decisiones de las que más se haya
arrepentido en su vida. Mis paisanos jamás asimilaron que nadie extrajera beneficios
de su labor, por muy justificados que parecieran. Durante meses no hubo una
sola entrevista en la que Eskorbuto no acusara a José Mari de ladrón, aprovechado,
estafador y cuantas lindezas se les ocurrían. Fueron su pesadilla constante y
me temo que terminaron por aburrirle.
Pero no sólo estaba la música. El espíritu “hazlo tu mismo”, que había inspiraMobida
dela ETA ( Ze 110 mobida!)
do la creación de las bandas estaba presente también en otras manifestaciones
paralelas. Radios libres que surgían de iniciativas espontáneas, fancines confeccionados por un grupo de amigos o –en muchos casos– por individuos inquietos y
con ganas de contar cosas. Asambleas de jóvenes que decidían dar vida a casas
vacías desde la noche de los tiempos. Aquellos Gaztetxes ocupados tras la mitificada
“patada en la puerta” sufrieron suertes bien dispares. Los hubo que fueron
desalojados sin contemplaciones, otros como el de Bilbao, que marcaron un hito y
se convirtieron en símbolos, manteniendo una programación estable y atractiva
durante años a pesar de soportar una situación permanente de acoso y –finalmente–
desalojo violento. Hubo un número nada despreciable de casos –especialmente
en Gipuzkoa– en los que se consiguió mantener la llama e incluso acabaron llegando
a acuerdos con los ayuntamientos para normalizar su actividad. En aquel
tiempo, tocar en Gaztetxes por la cara se convirtió en una especie de deber. En
todas las bandas, esto de las “obligaciones morales” fue objeto de polémica.
Superada la etapa inicial de la ilusión ciega, cuando estas dispuesto a tocar, aunque
sea pagando, llega un momento en el que viajar hasta algún paraje remoto,
realizar trabajos de carga y descarga, chupar un mínimo de hora y media de prueba,
a menudo a la intemperie, más la actuación, constituyen actividades que no
dejan de ser un trabajo, con aspectos muy placenteros, sí, pero un trabajo y a veces
bien duro. Para no quemarnos en exceso, todos nos vimos en la obligación de
seleccionar, lo cual siempre trae complicaciones: ¿Por qué el Gaztetxe de Ermua, sí
y los encerrados de los Astilleros Euskalduna, no? ¿a quién apoyamos? ¿a los del
polígono de tiro o a los de “Ala Bedi Irratia”?
Lo de que “El rock & roll en Euskadi será más divertido que en ninguna parte
porque no dará dinero” queda muy bien en una canción pero cuando se empiezan
a acumular demasiados actos “desinteresados” te empieza a entrar un complejo de
misionero lindante con el de gilipollas. La profecía de Hertzainak sí se cumplió
en su primera parte. A partir del 84 las bandas surgían como setas y la rivalidad
agudizaba el ingenio. Todos buscábamos la sorpresa, la nueva vuelta de tuerca, el
más difícil todavía. La “Tudela Konexion” fue conociendo nuevas oleadas que se
iban sumando a la orgía: Tijuana in Blue, Belladona, Delirium Tremens,
Potato, Yo Soy Julio César, Parabellum, Piskerra, Baldin Bada, Julio
Kageta, Vómito... la bola será imparable y el número de bandas inabarcable.
En el 85 estallará la bomba Kortatu, sin duda los que consiguen dar con la
maza más fuerte y más certero hasta hacer sonar el “gong” internacional. Los hermanos
Muguruza, Fermín e Iñigo con Treku a la batería, aprendieron rápido de
sus ídolos anglosajones y también de las experiencias autóctonas que les precedieron.
Eran simplemente irresistibles. Sus canciones nunca tenían una nota de
más, sus letras jamás se excedían de lo que estrictamente querían contar. Era el
encanto de lo sencillo, inteligente y directo al mentón. Kortatu extendió su
influencia mucho más de lo que ellos mismos esperaban y antes de que se les fuera
de las manos supieron controlar a tiempo aquel caballo desbocado y prepararlo
para un largo y fructífero recorrido. Yo me hice fan de la banda en cuanto les vi e
incluso, en aquella primera loca etapa solía cantar con ellos el frenético “Zu
Atrapatu Arte” (“Hasta atraparte”).
A partir del 85 el panorama musical vasco era ya otro. La revista “Muskaria” iba
relegando sus Lertxundis y sus Oskorris y cedía sus portadas a los nuevos gurús de
la “euskal mobida”. El “Plaka Klik”, que ocupaba una página dominical pasa a ser
“Bat, Bi, Hiru”, todo un suplemento de varias páginas los viernes, con Pablo
Cabeza como nuevo líder de opinión. Otros suplementos precursores como
“Devórame” del Diario Vasco, con Iñaki Zarata al frente, afinaron sus olfatos para
estar al día y “Alguien Te Está Escuchando”, el espacio musical nocturno de Pablo
Cabeza pasó a convertirse en polo de referencia de lo que estaba pasando.
Todo se movía a gran velocidad pero no todos avanzábamos a la par. De pronto
ya no negociábamos con colegotas que lo ponían todo fácil. Misteriosamente
empezamos a encontrarnos con baterías imposibles de mover de su “podio” y con
enormes telones de fondo con el anagrama de otra banda que “estaba de gira”. A la
hora de pedir explicaciones ya no aparecían los músicos sino un manager inmutable
que ni nos miraba a la cara (como ocurrió con Barricada en cierto concierto
de amargo recuerdo). Todos éramos muy majos y –por supuesto– radicalísimos,
pero ya había categorías y diferencias de nivel. Ese era el punto exacto en el que nos hallábamos cuando ocurrió lo de Eibar. Habíamos pasado por una primera etapa
en la que todo era disparatado y divertido, en la que podíamos coincidir con históricas de la euskal kanta como Estitxu (deliciosa mujer con la que compartimos
una inolvidable actuación en Sestao), con Ruper Ordorika, o con los Yunque de
Portugalete. Después llegó lo del R.R.V. y las actuaciones eran mucho más coherentes
y con personalidad propia. Cuando ocurrió lo de Eibar habíamos entrado en
una nueva fase. Había grupos que vendían en remotos confines y otros que sólo lo
hacíamos en Euskal Herria. Unos que habían decidido volcarse en el asunto al
100% con todas sus consecuencias y otros que lo llevábamos como una pasión de
tiempo libre. Cada decisión acarrea sus ventajas y sus calamidades, ya lo cantaba
el gran Rubén Blades: “Decisiones / Cada día / Unos ganan y otros pierden / Ave
María / Decisiones / Todo Cuesta / Salgan y hagan sus apuestas / Ciudadanía”.
XII
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