miércoles, 6 de agosto de 2008

XIV IRÚN INVIERNO DE 1985


El local, concebido para partidos de pelota a cubierto, retumba. Hay llenazo de
los antológicos. Los decibelios del ska-hardcore de Kortatu compiten con el griterío
general en una atmósfera densa de humos varios. En el otro extremo tres granadinos
tratan de hablar con Putre y conmigo pero no es fácil. Tampoco podemos
salir a la calle. Me he comprometido con los hermanos Muguruza a hacer coros en
una canción y tengo que estar al loro. Huele a meaos beodos.
-”Mu bie, habei etao de puta madre tronco”
Nos lo dice un gafitas melenudo auto presentado como Alexis. Han venido
desde el culo del mundo y parecen entusiasmados. La conversación es casi imposible.
Yo estoy con cuerpo post-actuación: ronco, medio turulato y con diversos
golpes de origen indefinido, recibidos dentro y fuera del escenario.
–“Tenemo un colectivo allá en Graná, en un pueblo que se llama Santa Fe, y queremo
organisá un fehti con utede”.
En esos instantes sólo de pensar en otro “fehti”, además en Granada, me entran
sudores fríos. La banda se ha dispersado por diversas áreas. Imagino que Tontxu
estará en la furgo con Ane, Ernesto vacilando por ahí y Javi y Txuzos andarán por
la tumultuosa barra. Muy cerca de nosotros, veo sentados en primera fila de gradas
a Jorge, Miren y Asun, ambas guapísimas con sus pelos tiesos, sus cueros y sus
collares de pinchos. Asun me mira y cuando reparo en ello aparta la vista como si
nada.
–“Tenemo la intensió de montá una semana de solidaridá vaco-andalusa y el
ahto finá sería con utede y algún grupo de allá”.
–“¿Perdona?”
–“E que... e imposible hablá aquí, ¿por qué no salimo un rato afuera?”
–“Es que tengo que estar pendiente, los de Kortatu me va a llamar para cantar
con ellos un tema. En realidad tendría que estar junto al escenario”.
–“¿Que?”
El polideportivo acaba de estallar en un grito unánime cuando desde el tablado
se anuncia el título del siguiente tema: “Revuelta en el Frenopático”. Suenan los
primeros acordes de guitarra y al entrar bajo y batería, una abigarrada masa de
cabezas inicia un espasmódico baile colectivo. El Putre, con bastante más garganta
que yo, toma las riendas de la conversación.
–“El problema es que nosotros alquilamos la furgoneta, los focos y el equipo
exterior. Para ir a Granada tendríamos que buscar otro sistema”.
–“E imposible entendé nada, déjalo, luego hablamo. Hate un mai Eladio”.
Eladio, otro de los granadinos, se pone manos a la obra mientras los demás enfocamos
nuestra atención hacia el show general. Me apoyo en la pared y localizo un
nuevo dolor en la espalda, supongo que de algún batacazo contra el mástil de guitarra.
Realmente el frontón cubierto es un gigantesco frenopático. Fermín
Muguruza recita con ojos muy abiertos las esquizoides frases de la canción anunciada:
“Revuelta en el frenopático / El hombre del tiempo ahorcado / Y todo por
haber jugado al telediario / La asamblea de majaras se ha reunido / La asamblea de
majaras ha decidido...” Un bramido inmenso contesta entusiasta: “¡Mañana sol!” y
Fermín retoma: “Y buen tiempo”. Otra vez el océano de cabezas saltando espasmódicas.
Es evidente, nosotros hemos cumplido y nos han pedido un bis, pero lo
de Kortatu es todo un fenómeno sociológico. Cuando estoy empezando yo también
a lucubrar sociología de bar, me entran a saco dos chavales con cara de excitación
enarbolando un katxi de cerveza recién adquirido:
–“¡Hostias tío! mira, el Moso, está aquí, de puta madre tío, joer, vaya hostia que
te has metido cuando te han enganchao el pie ¿eh?”
Es cierto. Un gordo se ha pasado la actuación intentando agarrarme de los tobillos
para lanzarme al público. No lo tenía fácil pues estaba encaramado a una valla
de protección, pero al final el mamón me ha hecho volar por los aires y no me he
abierto la cabeza de puto milagro. Tampoco tengo muy claro cómo he vuelto a
subir a escena. Creo que me han reincorporado entre varios. Ultimamente se ha
puesto de moda lo de lanzarse en plancha sobre la multitud. Lo hacen algunos
músicos y muchos espontáneos. Yo también me lancé en algún ataque de euforia
pero ahora me lo pienso. Hace bien poco la peña se apartó y un desgraciado dio con
sus morros en el puto suelo. Se rompió el tabique nasal y las dos muñecas.
–“Oso ondo Zarama, oberena Gazteizko Gaua”
Otros bolingas con el mismo rollo. Seguro que es la única canción que conocen.
Son dos personajes que me escupen al farfullar, uno en euskara y otro en castellano.
Desearía que se volatilizaran. Para rematarla el katxi cae al suelo a consecuencia
de un empujón y revienta estrepitosamente pringándonos a todos de cerveza.
La madre que los parió. Por alguna razón la vista se me va hacia Jorge y las chicas.
Asun se está partiendo de risa con la escena de los dos borrachos agobiándome.
De pronto mi nombre es citado por altavoces. ¡Hostias! es Fermín presentándome
y yo en el quinto coño. Comienzo una carrera alocada entre figuras fantasmales
que protestan a mi atropellado paso. Cada vez es más difícil. Llega un momento
en el que la masa está tan abigarrada que hay que empujar con ganas y disculparse
sobre la marcha. Un tío se mosquea porque molesto a su chica al pasar, otro
ve las estrellas cuando le piso y se caga en todos mis muertos. Es como una pesadilla.
Parece que Fermín me vuelve a reclamar a gritos, esta vez con cierta premura
no exenta de cachondeo:
–“Roberto cabrón ¿dónde coño estas?”
–“¡Aquí!”, voceo con todas mis fuerzas, intentando abrirme paso. Apenas se
altera nadie. Otro montón de mastuerzos ha gritado lo mismo que yo pero en plan
gamberro. El tema empieza sin mí y eso me saca de quicio. Avanzo ya sin respeto
ninguno, me abro paso con codos, uñas y dientes, me arriesgo abiertamente a que
alguno de los afectados me suelte una hostia pero el factor sorpresa retarda las
reacciones. Me toca cantar en el estribillo y ya han comenzado las primeras estrofas.
Me doy de bruces contra la valla protectora, intento treparla ante el pasmo de
los que están apostados en ella, ya sólo me falta saltar desde ese punto hasta el
escenario, Fermín me ha visto y ha levantado sus expresivas cejas como diciendo
“¡Hostias!, mira éste por donde sale!” intento impulsarme y se produce el desastre.
La valla se desequilibra, los que estaban apoyados y otro buen contingente de
filas posteriores se derrumban con ella, el mundo se abre a mis pies, caigo en tijereta sobre un quejumbroso colchón humano del que surjo como malograda Ave
Fénix. Vislumbro de nuevo la cara de Fermín y esta vez es pura estupefacción.
Alcanzo por fin el escenario, apoyándome en un bulto que protesta y me incorporo
por los pelos al dichoso estribillo: “Hi, burges madarikatua / Ez duzu inoiz ezer
ulertuko / Zuretzat kalean gertatzen dena / Beti besteen arazoak dira” (“Tú, maldito
burgués / Nunca entenderás nada / Para ti / Lo que ocurre en la calle / Son siempre
problemas de otros”).
Los tres Kortatus me miran divertidos, los damnificados por el desastre se reincorporan incrédulos a la realidad, alguno de ellos me enseña con saña su dedo
corazón. Por fortuna se trata de una canción arrolladora y todo se dispersa en un
nuevo mogollón de saltos. Con el esfuerzo vocal se manifiesta una nueva punzada,
esta vez en la sien. Sí, creo que mi cabeza ha chocado en su caída con algo duro, un
codo, o quizá la puta valla, no sé... Al final el número no queda tan mal. Fermín me
despide con cierta coña y noto un rugido, quiero pensar que de aceptación.
Misión cumplida. Necesito salir a la calle. Me pitan los oídos y hay algunas
zonas de mi anatomía –pocas– que no me producen dolor. Atravieso los vestuarios
y voy a parar, por una puerta trasera a un campo de fútbol sumido en brumas nocturnas
de marzo. Se escucha el estruendo interior pero muy amortiguado, tanto
que se confunde con el plácido canto de las hojas mecidas al viento. Me siento en
la fría grada de hormigón y me invade una agradable sensación de alivio. No pienso
nada. No tengo con qué. Todos los esfínteres se van aflojando. Noto mi corazón
que va menguando el ritmo de sus latidos y tanta paz de golpe me va sumiendo en
una agradable somnolencia. No sé cuanto tiempo permanezco en el nirvana. Sólo
advierto que voy recuperando la conciencia cuando reparo en que me estoy quedando
tieso de frío. Estoy con una puta camisetilla y con los pantalones empapados
de cerveza. Soy serio candidato a una pulmonía.
Me levanto y me dirijo despacio hacia la furgoneta, justo al otro lado del frontón.
La noche cerrada y la niebla ayudan al anonimato y ninguno de los grupos de
beodos que revolotean por los alrededores del frontón repara en mi presencia. Por
suerte la furgo está vacía. Me voy a tumbar un ratito y además me voy a tapar con
la mugrienta manta que siempre nos acompaña (no sé como no hemos pillado la
sarna o algo peor). De pronto escucho mi nombre y doy un respingo. Jorge y las
chicas se me acercan sonrientes.
-“¡Dónde coño te metes tío!”
Se están partiendo de risa. Han presenciado desde la grada mi carrera de obstáculos
y les ha hecho una gracia terrible, la verdad es que ya en frío, a mí también
me entra el descojono de verme retrospectivamente en semejante marrón. Mis
ojos se vuelven a cruzar con los de Asun y esta vez sé que el destino inmediato me
depara sacar fuerzas de flaqueza. Será un placer.

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